
Actualizado el lunes, 15 mayo, 2023
Detalles de La Cena de Leonardo
La Última Cena, obra cumbre de Leonardo da Vinci, se puede contemplar en el refectorio del convento anexo a la iglesia de Santa Maria delle Grazie. No se sabe la fecha exacta de su inicio, ya que los archivos del convento fueron destruidos. Pero gracias a dos documentos conocemos el momento en el que Leonardo realizó esta obra, así como la fecha de su finalización.
La Última Cena es una de las obras más famosas de Leonardo da Vinci, pintada en el siglo XV en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán
En una carta de Ludovico Sforza enviada a Marchesino Stampa, fechada el 19 de junio de 1497, se indica que la obra que el artista florentino pintó para el muro septentrional del refectorio estaba ya iniciada. Según dicha carta, se pretendía que Leonardo continuara decorando otras paredes de esta sala. Hay que decir que frente a ella, en el muro meridional, se encontraba la Crucifixión, de Donato di Montorfano, inscrita en 1495.
La pintura es un fresco, lo que significa que se pintó directamente sobre una pared húmeda. Mide 4,6 metros de alto y 8,8 metros de ancho, y se encuentra en la pared del extremo del refectorio del convento.
En otra carta, fechada el 8 de febrero de 1498, en este caso de Luca Pacioli a Ludovico el Moro, se menciona que la obra ya había finalizado, por lo que tenemos el año de término de La Última Cena.
La técnica pictórica
En la sala de reunión dominica Leonardo hace uso de un tema que ya decoraba los refectorios de la Toscana, aunque lo trata de modo diferente. La tónica general era representar el instante de la eucaristía, mientras que Leonardo recurre al momento en el que Jesús anuncia la traición. A pesar de ello, el florentino se ajusta a los cánones religiosos establecidos, por lo que emplea colores como el azul, rojo, dorado, púrpura o verde para dotar de color a su composición pictórica.
La Última Cena no es un fresco en sentido estricto, ya que empleó el óleo en su realización; sin duda, supuso un experimento artístico. El artista tuvo que revocar con yeso la pared para formar una base sobre la cual aplicar los pigmentos al óleo y al temple. Precisamente la humedad de la pared, y de la propia sala donde esta se encontraba, dañaron en muy poco tiempo la pintura, acelerando su deterioro. De ahí que hayan sido muchas las actuaciones que, con mayor o menor acierto, han tratado de consolidar la composición.
Da Vinci experimentaba constantemente con la técnica pictórica. La empleada en esta obra no fue la más favorable para su conservación
Una obra con problemas de conservación
Dicho deterioro se inició cuando Leonardo aún estaba vivo, por lo que pudo ver los problemas que presentaba la técnica empleada. Los cambios de temperatura y la humedad modificaron de manera importante los colores originales de la obra, colores que se separaron de su base durante el siglo XVIII, razón por la cual La Última Cena ha sido restaurada y repintada en varias ocasiones. Tal era la gravedad del daño que el propio Goethe la define como un «cadáver».
El deterioro comenzó dentro de los seis años posteriores a la finalización de La última cena: Leonardo pintó la pared en capas, como lo haría sobre un lienzo, en lugar de aplicar pigmento al yeso húmedo según la técnica habitual del fresco.
En 1726 fue restaurada por Miguel Ángel Belloti, que retocó la pintura y la barnizó al óleo. Casi cincuenta años más tarde, Giuseppe Mazza raspó la pintura para eliminar los «retoques» de Belloti. Ambos trabajos son, con toda razón, duramente criticados por Goethe. Del mismo modo, durante la primera mitad del siglo XIX se realizaron trabajos de restauración de la mano de Barezzi. Antes de que una bomba destruyera la cúpula de la iglesia de Santa Maria delle Grazie, durante la II Guerra Mundial, y afectara al refectorio donde se encuentra la obra de Leonardo, Cavenaghi y Silvestri actuaron también sobre la obra. No fue la única ocasión en que una guerra afectó a la obra. Se dice que durante la ocupación napoleónica de Milán, el ejército francés uso el mural para hacer prácticas de tiro.
La iglesia fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial, pero milagrosamente, el muro que sostiene La Última Cena permaneció en pie.
Al igual que sucediera con la iglesia, lo acontecido en 1943 provocó que se actuara de manera seria en la pintura; los trabajos de restauración fueron dirigidos por M. Pelliccioli y permitieron consolidar los pigmentos.
Desde 1979, y durante más de veinte años, se desarrolló un proyecto de gran envergadura para tratar de devolverle el color original a la composición. Los trabajos de restauración, que han costado 8.800.000 euros, han sido dirigidos por la restauradora milanesa Pinin Brambilla Barcilon.
Desafortunadamente, debido a su técnica de fresco y a la calidad de los materiales utilizados, la pintura ha sufrido una gran cantidad de daño y ha sido restaurada en varias ocasiones.
El objetivo principal era, además de consolidar la obra para evitar que continuara su deterioro, eliminar los añadidos anteriores para tratar de recuperar los pigmentos originales empleados por Leonardo para su ejecución.
Durante el transcurso de los trabajos se descubrieron restos de tiza roja que parecen corresponder a los trazos que el propio Leonardo dibujó sobre el yeso. Esta actuación también ha permitido conocer que los labios de la figura de Jesús estaban ligeramente abiertos, y no cerrados, como se pensaba, y que Judas portaba en su mano una bolsa de dinero, símbolo de su traición.
Además, se han podido ver los colores originales gracias a la eliminación de los repintados que los cubrían; también se han conseguido delimitar mejor los perfiles de las figuras pintadas por Leonardo. Incluso se han descubierto restos de las pinceladas que empleó el artista para iluminar algunas partes de la composición o definir los rizos de algunos apóstoles, como Tomás.
Pero lo más sorprendente ha sido el descubrimiento del punto central a partir del cual Leonardo aplicó la ley de la perspectiva, punto central que se ha evidenciado en un pequeño orificio, situado junto a los ojos de Jesús, en la sien derecha, que correspondería a un clavo desde el que trazó dicha perspectiva: el punto de fuga.
Última Cena, Patrimonio de la Humanidad
En septiembre de 1980, la Última Cena, junto con la iglesia y el monasterio dominico de Santa Maria delle Grazie, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como “un logro artístico único, de un valor universal excepcional que trasciende todas las contingencias históricas”. Entre las razones podemos leer también que “La Última Cena ha ejercido una influencia considerable, no solo en el desarrollo de un tema iconográfico sino también en el destino de la pintura” y finalmente: “no es exagerado decir que esta pintura se abrió una nueva era en la historia del arte ”.
La pintura representa el momento en que Jesús anuncia que uno de sus discípulos lo traicionará. Los discípulos reaccionan con sorpresa y confusión, mientras que Jesús permanece tranquilo en el centro de la pintura
El convento
El convento dominico de Santa Maria delle Grazie fue construido en 1469, en estilo renacentista lombardo, por los arquitectos Guiniforte Solari y Donato Bramante.
Originalmente, el conjunto comprendía, junto con la iglesia, un conjunto de edificios dispuestos en torno a tres claustros, de los que solo existen dos, ya que una parte del edificio fue destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. El refectorio que alberga La Última Cena de Leonardo es una de las partes supervivientes del monasterio original.
La construcción del convento fue encargada y financiada por Ludovico Sforza llamado il Moro, y la iglesia estaba destinada a convertirse en mausoleo y lugar de enterramiento de la familia Sforza.
Además de la pintura de Leonardo, el complejo también alberga otras obras de arte, incluida una notable Crucifixión de Donato Montorfano (1495) y varias pinturas al fresco del siglo XVI de Gaudenzio Ferrari.
La obra hoy
Gracias a los trabajos de restauración y mejora de la iglesia y el convento, Santa Maria delle Grazie se puede visitar en la actualidad. A la habitación donde comían los monjes, que es la que acoge La Última Cena, se accede a través de la explanada de la iglesia; la conservación de la misma, así como de la obra que acoge en su interior, le compete al Estado.
Tras esta restauración, varias han sido las medidas tomadas para preservar la obra de Leonardo. La principal, mantener la sala en unas condiciones adecuadas de temperatura y humedad relativa que posibiliten la conservación de los pigmentos. Además, el número total de visitantes que puede acceder a la misma es de 25 personas cada 15 minutos, lo que, sin duda, permite que la temperatura se mantenga constante, sin grandes cambios que puedan alterar los colores originales.
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BIBLIOGRAFÍA
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