
Actualizado el domingo, 5 junio, 2022
La vida de Leonardo da Vinci
Pintor, escultor, arquitecto, músico, escritor, matemático e inventor. Giorgio Vasari, en su obra Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, escribió, en el capítulo dedicado a Leonardo, que el cielo derramaba sus ricos dones sobre los seres humanos, otorgando solo a uno de ellos de belleza, gracia e ingenio, de modo que hiciera lo que hiciese, sería considerado como divino. Era así, cuenta Vasari, como los hombres veían a Leonardo.
Su inteligencia, su extraordinario físico, su capacidad como artista y su pasión por los caballos son algunas de las cualidades que el teórico del arte italiano resaltaba del artista florentino.
Biografía de Leonardo da Vinci
El que fuera director de la National Gallery y uno de los mayores historiadores del arte, Kenneth Clark, decía que «la figura de Leonardo fue una leyenda casi desde su juventud». Gracias a Giorgio Vasari sabemos algunos aspectos de la biografía del artista más carismático del Renacimiento.
Hijo de Ser Piero y Caterina, Leonardo da Vinci nació en Anchiano, aldea próxima a Vinci, en 1452. En 1469 marcha con su padre a Florencia y, tres años más tarde, ingresa como pintor del gremio de San Lucas, quedando bajo las directrices de Andrea del Verrocchio, que se convirtió en su maestro; allí estuvo durante seis o siete años.
Una de las primeras referencias artísticas de Leonardo es su participación en la obra El bautismo de Cristo, en la que trabajó con el propio Verrocchio. El ángel, figura que parece haber salido de la mano de Leonardo (en el Memoriale di molte statue et picture di Florentia, de Albertini, una guía de Florencia de 1510, se atribuye dicha autoría), refleja ya ese ímpetu tan característico del estilo del florentino. Kenneth Clark afirma además que este artista también pintó el paisaje.
Poco después Leonardo da Vinci pintaría la Anunciación, actualmente en la Galería de los Uffizi. De 1474 es el retrato de Ginevra de’ Benci, custodiado en la National Gallery de Washington, una obra en la que ya se adivinan los contrastes de luces y sombras tan característicos de Leonardo. De esos años también es la Virgen con el niño, más conocida como Virgen del clavel, custodiada en la Alt Pinakothek, que muestra elementos que se convertirán en una constante en la pintura del florentino: cabellos rizados, vestimentas, flores, colores… Y esa mano izquierda tan característica de sus cuadros. Su obra culmen de este primer periodo es, sin lugar a dudas, la Virgen de las Rocas, pintada por encargo para la Confraternidad y conservada en la National Gallery. Esta obra deja ver ese equilibrio entre belleza ideal y natural que tanto veremos en sus lienzos.
Por último, también debemos adscribir a su primera etapa florentina el cuadro la Virgen con el Niño, la Madona Benois, que se encuentra en el Museo del Hermitage.
Los investigadores creen que hacia 1482 Leonardo da Vinci se marchó a Milán, según la información aportada por el Anónimo Gaddiano y confirmada por la fecha del primer encargo de Leonardo ya en Milán. Durante esta etapa asistimos a una evolución del estilo naturalista del artista, como se aprecia en las obras de este periodo. La Dama del armiño, del Museo Czartoryski, que representa a Cecilia Gallerani, la amante de Ludovico el Moro, es buena prueba de ello.
El autor abandona el perfil para los retratos, otorgando dinamismo a sus representaciones. Pero quizá lo más llamativo sea el excesivo naturalismo en la representación de los rasgos faciales de Cecilia y del propio armiño, que denotan la evolución de sus conocimientos científicos por esas fechas. El uso de la luz concentrada para resaltar la figura será otro elemento determinante en estos años. Y lo mismo sucede en su Retrato de un músico, de la Pinacoteca Ambrosiana.
También en Milán, Leonardo comienza a escribir el primero de sus cuadernos de apuntes, en el que registrará todos sus descubrimientos artísticos y científicos. De estos años también son la Anunciación del Louvre, el lienzo que representa a San Jerónimo, conservado en la Pinacoteca Vaticana, y la Adoración de los Magos, custodiada en la Galería de los Uffizi. A pesar de estar incompleta, en ella se aprecia la complejidad de sus obras, donde los gestos y miradas de los personajes tienen un peso fundamental. El mejor ejemplo de ello es La Última Cena.
Lo más destacado de la Adoración es el punto central de la composición, que queda definida por un triángulo rodeado por un arco.
Desde 1485 trabajará de manera destacada para Ludovico Sforza, que se convertirá en su protector. Además Leonardo se encargará de la dirección de las fiestas de disfraces y de los espectáculos públicos, así como del estudio de proyectos de ingeniería y arquitectura. Las dos obras más destacadas de este periodo son, sin lugar a dudas, el Caballo, como lo conocían en la época, que se destruyó tras la conquista de Milán por parte de los franceses, y La Última Cena, obra magna de la evolución pictórica del florentino que fue pintada por encargo de Ludovico el Moro para el refectorio del convento de los padres dominicos de Santa Maria delle Grazie.
Antes de abandonar Milán, a Leonardo también se le encarga la decoración del castillo de los Sforza, donde en la Sala delle Asse aún se puede ver parte de su obra.
El 5 de octubre de 1499 los franceses entran en Milán y capturan a Ludovico Sforza. Leonardo decide entonces marcharse de Milán y dirigirse a Mantua, donde realiza el dibujo del retrato de Isabel del Este, que se conserva en el Louvre. De Mantua marcha a Venecia, donde influyó en la producción pictórica que por esos años realizaba Giorgione.
En abril de 1500 parece ser que estaba de nuevo en Florencia, donde se encuentra una ciudad diferente a la que dejó veinte años atrás. Aquí entra al servicio de César Borgia como «arquitecto e ingeniero general». Durante estos años pinta la Virgen, Santa Ana y el Niño, custodiada en el Louvre, y un boceto de un dibujo con la misma temática, el Cartón de Burlington House, actualmente en la National Gallery. Pero su obra más conocida de esta época fue la Mona Lisa, también conocida como la Gioconda. El retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, conjuga de manera extraordinaria la complejidad que había alcanzado el estilo de Leonardo.
A pesar del papel protagonista de la Mona Lisa, el encargo más importante de su segunda etapa florentina fue la Batalla de Anghiari, obra de la que se conservan varios dibujos preparatorios. También pinta el cuadro Leda y el cisne, que fue llevado a Francia y del que se ha perdido la pista (posiblemente fue destruido por Maintenon). En mayo de 1504 es llamado por el gobernador de Milán, Charles d´Amboise. Algunas hipótesis plantean que podría haber sido para terminar la versión de la Virgen de las Rocas, actualmente en la National Gallery.
Problemas con sus hermanos le obligan a regresar a Florencia en otoño de 1507, continuando allí hasta el año siguiente, cuando vuelve a viajar a Milán. Allí vivirá hasta 1513, trabajando para Charles d´Amboise, que trataba de emular el prestigio artístico que había tenido Milán bajo el mandato de Ludovico el Moro. En 1511 muere el gobernador de Milán, pero el florentino permanece allí hasta que, en 1513, es llamado por Giuliano de Medici, por lo que Leonardo viaja a Roma, donde se dedica a realizar estudios de ingeniería.
En este contexto realiza el que se considera su último cuadro, San Juan, conservado en el Louvre. La muerte de Giuliano de Medici le permite aceptar la invitación del rey de Francia, Francisco I, para ocupar el cargo de primer pintor, ingeniero y arquitecto real. Ya no viajará más. Allí, en el Castillo de Cloux, cerca de Amboise, el 2 de mayo de 1519, moría el genio, dejando a Melzi, su discípulo, su legado de dibujos y escritos.
Leonardo murió sin descendencia. Recientes estudios han localizado unas 30 personas que podrían ser de su línea familiar, una fascinante investigación que podría arrojar luz sobre su origen y sobre sus características genéticas.
Estilo de su arte pictórico
Leonardo entendía el arte como una investigación científica de la naturaleza, como un instrumento de conocimiento. Para él, imitar la naturaleza a través de la pintura implicaba llevar a cabo un proceso cognoscitivo que culminaba con la plasmación de sus conocimientos en la obra de arte. El conjunto de dibujos que ha llegado a nuestros días nos ayuda a entender la personalidad inquieta de Leonardo.
Y ello queda corroborado por sus cuadernos, que, junto a sus obras, constituyen el mejor modo de adentrarnos en la personalidad y estilo del artista florentino. Estos documentos se conservan en varias colecciones, como la colección Trovulzio, la del conde de Leicester, la Biblioteca del Instituto de Francia, el castillo de Windsor o la Biblioteca Ambrosiana (Códice Atlántico).
Pero, sin duda, fundamental resulta la consulta del Tratado de la Pintura, que se encuentra custodiado en la Biblioteca Vaticana; escrito entre 1482 y 1518, está compuesto por ocho libros y 935 capítulos que recoge el pensamiento de Leonardo sobre la naturaleza, a la par que da consejos sobre cómo pintar.
En su Tratado, Leonardo da Vinci nos explica que para él la pintura «es el único modo de reproducir todas las obras conocidas de la naturaleza», y para ello, «la mente del pintor debe transmutarse en la mente de la naturaleza misma», ya que este debe ser «el intérprete entre ella y el arte» (Tratado, 1, 40).
Leonardo fue el primero que definió la perspectiva del color, como él la llama. Precisamente, por medio del color, el artista consigue reflejar la profundidad y los elementos que integran una obra. Pero la genialidad del florentino no residía solo en hacer uso del color para dotar de perspectiva sus composiciones, sino que esta perspectiva, la del color, la conjuga con la lineal y con una tercera, la aérea o menguante. Esta última permite crear profundidad en sus cuadros mediante el empleo de figuras de diferentes tamaños que se van distorsionando por el efecto de la distancia. Es la pérdida del contorno de la figura, el sfumato.
Leonardo no entendía el arte como imitación; de ahí que siempre estuviera descubriendo formas nuevas a través de las cuales plasmar la realidad. Leonardo da Vinci siente verdadera pasión por la anatomía. Como apunta Clark, «si el hombre era la medida de todas las cosas, el hombre físicamente perfecto debía ser lógicamente la medida de la belleza». A través de sus obras se pueden comprobar los avances de sus estudios, así como la perfección que alcanza la representación anatómica, tan refinada y detallista que se ha convertido en una parte fundamental del estilo del artista.
Igual de obsesionado estaba Leonardo por la expresión dramática de las composiciones, por la representación de los gestos correctos capaces de reflejar la realidad fielmente. La prueba más palpable de ello es La Última Cena, donde las figuras acusan un dramatismo fascinante.
En cuanto al color, el artista no emplea nunca los colores del quattrocento, esas tonalidades brillantes tan características, sino que desde sus primeras obras se observa el empleo de sus famosos claroscuros, que evolucionarán con su pintura. Sus cuadros están rodeados de un aura crepuscular, cuyas figuras aparecen iluminadas por medio del empleo de luces difusas que les confieren relieve y protagonismo a las mismas.
El juego de luces y sombras articula sus composiciones. Sus dibujos de diagramas, con efectos de luz sobre cilindros y esferas, creando reflejos y cruces, evidencian su obsesión por representar de manera correcta las luces y las sombras.
En definitiva, el estilo de Leonardo es tan característico y singular que, a pesar de las excepcionales copias que se han realizado de muchos de sus cuadros, ninguna ha conseguido alcanzar la majestuosidad de los modelos del florentino.
Teorías curiosas, audaces y extravagantes sobre Leonardo
Quizás fueron su carácter excéntrico y su inaudita personalidad poliédrica las que llevaron a Leonardo Da Vinci a convertirse en el personaje histórico que más interés y curiosidad ha suscitado en la opinión pública. Estudiado tanto por su obra, como por su misteriosa identidad que a continuación brevemente detallamos:
Escritura Críptica: es una de las habilidades de este gran genio que más ha fascinado e inspirado a escritores y estudiosos, aunque en realidad era algo que hacía como pasatiempos al igual que los anagramas y los rebus juegos enigmísticos con los que crear frases en código o mensaje que no tenían otra finalidad que la de entretener, al contrario de lo que muchos han hipotizado.
Creencia Agnóstica: también se ha especulado mucho con la pertenencia a ciertas sociedades como la masónica, seguramente motivado por su creencia agnóstica muy adelantado para su época.
Homosexualidad: es un aspecto de la vida privada del artista que se basa en una denuncia anónima por el delito de sodomía que tuvo lugar en 1476 y se concluyó con una simple reprimenda, por lo que se piensa que dicha denuncia fuese sólo un intento de perjudicar al artista. No obstante, la teoría subsiste debido al hayazgo de dibujos eróticos de hombres en itifálica entre los enseres personales de Leonardo. El pripio Freud se aventuró a calificar a Leonardo como «homosexual ideal», es decir, «no practicante» y elucubró una teoría sobre su apego a la madre y el hecho de ser hijo ilegítimo como causas posibles de una especie de atrofia sexual.
Faceta de inventor: muestra más de su gran genialidad, son la gran cantidad de máquinas que hoy se exponen en el Museo Nazionale della Scenza e della tecnología di Leonardo da Vinci en Milán, en el podemos encontrar un cañón de 33 cañas.
Bibliografía
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MÜNTZ, E. (2014). Leonardo da Vinci. Nueva York: Parkstone Press.
Tratado de la pintura. [Disponible a través de internet: https://archive.org/details/eltratadodelapin00leon].
VASARI, G. (1568). Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. In Fiorenza appresso i Giunti. [Disponible en internet: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000186192&page=1].
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